Desconfiábamos doblemente de ellas por su vida de varones. No voy a mentir, muchas de nosotras retornábamos a veces a nuestro aspecto masculino, emprendíamos ese regreso por el camino de la vergüenza, nos metíamos en nuestro cuerpo antiguo, en la imagen negada y a veces hasta odiada. Y Las Cuervas traían consigo ese aura de varón que nos revolvía el estómago de sólo tenerlas cerca. No era sólo el hecho de no salir del armario. Era que no salían por mera comodidad. Su comodidad dejaba en evidencia nuestra incomodidad: nosotras no habíamos tenido nunca la oportunidad de escondernos en el armario. Nosotras habíamos nacido ya expulsadas del armario, esclavas de nuestra apariencia.
— SOSA VILLADA, Camila, Las malas.