Recuerdo cuando vino una eminencia de la ingeniería a mi taller con una licuadora rota. No podía creerlo - ¡no sabía ni siquiera cómo abrir la tapa! Le dije que necesitaría un doctorado para entender el complejo sistema de tornillos que lo mantenían cerrado. Se puso colorado como un tomate mientras yo lo abría con un simple destornillador.
Otra vez, un ingeniero eléctrico vino con un problema en su casa. Resultó ser solo un fusible quemado. Cuando le expliqué que era como cambiar una bombilla, casi se desmaya. "Pero ¿cómo puedes estar seguro sin hacer cálculos de corriente y voltaje?", preguntó. Le respondí: "Bueno, amigo, en el mundo real usamos algo llamado experiencia".
Y no hace falta mencionar cuántos de estos "expertos" vienen a pedirme ayuda para configurar sus routers Wi-Fi. Es divertido verlos sudar la gota gorda intentando resolver problemas que resuelvo antes del café de la mañana.
La ironía es que mientras ellos luchan por encontrar trabajo, yo tengo más clientes de los que puedo manejar. Y mi salario? Digamos que puedo permitirme unas vacaciones pavitas cada año, carro guerrero y beber todos los dias, mientras ellos están ahorrando para pagar su maestria en administracion de proyectos.